Esta ciudad romana, una vez superadas las vicisitudes medievales, se transformó en sede de señorías y, por último, en la capital del Estado de los Farnesio. Merecen una visita la Catedral (Duomo) de estilo románico con rasgos característicos de la llanura del Po (siglo XII, en su interior frescos de Correggio y de Antelami) y el contiguo Baptisterio (Battistero), las iglesias renacentistas de San Juan Evangelista (frescos del Correggio) y de la Virgen de la Steccata (Chiesa della Madonna della Steccata), la Cámara de Correggio y la Galería Nacional.
En Parma, la historia no engaña: primero los Farnese, después los Borbón y finalmente María Luisa de Austria, segunda mujer de Napoleón, convirtieron la ciudad en una petite capitale aún hoy admirada por los parmesanos. Y no se equivocan: si los Farnese la depredaron después (muchas obras de arte de sus colecciones están ahora en Nápoles), la duquesa María Luisa trajo a la ciudad, durante 30 años, aires de modernidad. Invitaba a sus salones a escritores, músicos, arquitectos y cocineros, que hicieron vivir a Parma sus mejores años y establecieron las bases para su desarrollo futuro. La duquesa también emprendió imponentes obras públicas y reformas de la administración siguiendo el modelo francés. Así, a finales del siglo XIX, Parma era ya un reputado centro de la industria alimentaria y atraía lo que hoy llamaríamos inversiones extranjeras.
No comments:
Post a Comment